Hola.
Ayer estuve a punto de escribir, de hecho, creo que al menos unas tres veces abrí la página en blanco de blogger para empezar, pero después me arrepentí: Uno: porque no sabía si era buena o no la idea, y Dos: porque la entrada que escribí el año pasado para San Valentín es una de las más vistas por la gente anónima que ha entrado aquí -lo que supongo significará que no es "mala"- entonces no quería por efecto comparación sentirme mal por escribir ahora algo no tan interesante y menos pensado.
Mi vida estas últimas dos semanas ha sido repulsivamente mala. No sé como es posible que con más de 15 años de sistema escolar en mi cuerpo (clases-vacaciones-clases-vacaciones...) aún no me pueda acostumbrar a hacer el cambio de switch en una forma que no me provoque ganas de aguantarme la respiración hasta ponerme azul y desaparecer, fracamente miserable. Bueno, en lo que corresponde a la entrada, no sabía de qué escribir, solo que en serio EN SERIO tenía muchas ganas de escribir (porque claro, nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes y todos esos mantras musicales). He pensado en muchas cosas, pero como nunca soy capaz de comprarme una libreta de notas siempre termino olvidándolas, entonces con lo poco que retuve, reformulé una idea.
"Shivers"
Hoy el tema es corto, y es que entre tanto viaje en micro en los últimos días me di cuenta de algo que se fue repitiendo cada vez más al punto en que me llegó a dar risa. ¿Han notado ese "tiritón" de mini-epilepsia que nos da cuando pasamos por cosas que realmente nos gustan o desagradan?
A principios de la semana me tocó cruzar mi pueblo en micro y mientras pasaba las canciones de mi playlist, con la mirada fija en la ventana evitando así todo contacto humano posible para no hacer caer a otro ser en la desgracia de compartir ese rostro matutino infeliz de quien tiene que existir antes de las doce en un día de febrero caí en un trance, esos que suelen ocurrir en el transporte público y te llevan a donde probablemente no pensabas volver... en ese viaje llegué a un día de colegio, aprox. 5º o 6º básico cuando estaba de moda hacer comics o la gente que dibujaba y recordé en que algún momento de mi existir yo también lo quise intentar, tenía un amigo con el que en los recreos sacábamos hojas de cuaderno, ocupábamos todos los colores de lápiz pasta posibles y hacíamos historias tontas, el dibujaba viñetas y textos y yo los personajes... y amigos -
SPOILER ALERT!- yo jamas he podido siquiera dibujar una persona de palo sin que me quede horrible. Bueno, como si todo eso no fuera suficientemente avergonzante, recordé que en mi mente infantil yo pensaba que lo hacía estupendo, me tomaba tiempos arreglando "detalles" y los guardábamos, decía que los íbamos a llevar a un diario que estaba cerca del instituto e íbamos a hacer que lo publicaran (si, claro que si) y ahí, en ese preciso momento en que me visualizaba a mi hablando con gente de mi colegio fue que lo sentí... esa reacción corporal de rechazo en forma de epilepsia que le decía a mi cerebro que por el bien de la poca dignidad que me queda, ojalá nadie más que yo pudiera recordarlo.